Confieso que he vivido

Estas palabras dan título a este libro de memorias de Pablo Neruda, en el que desgrana "los recuerdos intermitentes y a ratos olvidadizos", como él mismo dice, de toda una vida, desde las primeras vivencias de su infancia chilena en Temuco, hasta sus últimos momentos en Santiago de Chile, donde murió en 1973.
"Confieso que he vivido", son solamente cuatro palabras que, sin embargo, forman una frase bastante sugerente que encierra el significado de una vida plena vivida intensamente. Es una obra que se menciona siempre en las lecciones de literatura como imprescindible, hace muchos años que sabía de su existencia, no obstante me alegro de haber esperado tanto tiempo para leerla, creo que se comprende mejor al autor y a su obra desde la perspectiva que nos aporta la edad.

Es indudable que Pablo Neruda nació con un don extraordinario, el don de la palabra escrita, de la poesía, de la narración de historias, porque se puede aprender a escribir poniendo mucho empeño y a base de esfuerzo, pero él ya vino al mundo siendo poeta. La genialidad del autor es palpable en este libro, en el que el contenido y la forma compiten por el papel principal.

Orgulloso amante de la lengua española y gran admirador de otros poetas con los que coincidió en alguna etapa de su vida, escribe en su libro: "Para los que tenemos la dicha de hablar y conocer la lengua de Castilla, Rafael Alberti significa el esplendor de la poesía en la lengua española".

Después de pasar su niñez y adolescencia en Temuco, donde se publicó su primer artículo en un periódico local, en 1921 con diecisiete años se traslada a Santiago para estudiar la carrera de profesor de francés.
Mientras tanto, continúa escribiendo poesía y colaborando en varias publicaciones literarias, hasta que en 1927 lo nombran cónsul de Chile en Rangoon (Birmania) y ahí es donde empieza su aventura viajera por otros continentes, también en Asia fue destinado a Ceilán, China, Java.
Aunque admirador de la belleza de cada país en el que vivió durante esa etapa, a la vez sintió una inmensa soledad en esos años de su juventud.

Al haber nacido en 1904 y haber viajado mucho, unas veces por motivos de trabajo, otras por el exilio, fue testigo e incluso presenció muy de cerca algunos de los acontecimientos históricos más importantes del siglo XX. Eran tiempos de regímenes autoritarios y dictaduras en muchos países, se perseguía como subversivos a todos los artistas, escritores o periodistas que escribieran en contra del gobierno impuesto. Neruda, en su afán por la defensa de los más pobres, por los derechos de los campesinos y de los mineros de su tierra natal, se puso de parte de la izquierda, como tantos otros artistas que anhelaban la libertad y la igualdad.

En 1934 viaja a Barcelona y  a Madrid de nuevo como cónsul, es en Madrid donde se relaciona con otros poetas y artistas españoles, como Federico García Lorca o Rafael Alberti, entre otros, hasta que en 1936 comienza la guerra civil. El poeta, horrorizado por las atrocidades de la guerra, empezó a escribir los poemas de España en el corazón, poco después fue destituido de su cargo  y se marcha a París durante un año y después regresa a Chile, su querida patria, de paisajes inmensos, bosques silenciosos, extensas montañas y larga costa bañada por el océano Pacífico. Su último destino como cónsul fue Méjico, unos años después de su renuncia es elegido senador por el partido comunista de su país, lo que le supondrá la persecución por el gobierno de Videla y su posterior exilio por diversos países europeos y China.

Neruda tuvo la ocasión de conocer varios países en los que se habían producido revoluciones para dar fin a gobiernos autocráticos e implantar regímenes comunistas, como en la antigua URSS, China o Cuba, en principio él apoyaba este tipo de gobiernos por considerarlos defensores de los más desfavorecidos  y de la libertad, sin embargo, al cabo de unos años se sintió decepcionado al comprobar que los más abnegados ideales revolucionarios degeneran rápidamente en la intolerancia, al probar los líderes políticos el veneno del poder.

Durante su destierro su obra fue adquiriendo cada vez más importancia, se publicaron múltiples ediciones de sus libros por todo el mundo, era reconocido como un gran poeta y pacificador, se le invitaba a dar conferencias y se le otorgaban premios, hasta que finalmente se le permitió regresar a su país en 1952. Durante los años en que Salvador Allende fue presidente en Chile, Pablo Neruda fue nombrado embajador en París, siguió viajando por todo el mundo, dando conferencias y recibiendo premios, el más importante el Nobel de la Paz en 1971.
Sus últimos años los pasó entre su casa de Santiago y su refugio de Isla Negra, con su mujer Matilde Urrutia, pero como todas las grandes personalidades, era amado por unos y odiado por otros, cuando sus únicas armas para defender la libertad fueron sus poemas y discursos contra la tiranía. Poco tiempo antes de su muerte tuvo la desgracia de que se produjera un golpe de estado y, como tantas otras veces, se implantara de nuevo el régimen autoritario que no tolera críticas ni opiniones contrarias a sus deseos.

Algunos recordarán a Pablo Neruda como un político, yo me quedo con el gran poeta e incansable viajero.

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