Aprender a reírse o reírse aprendiendo

En mi afán por extraer lo positivo de cada vivencia y añadiendo los beneficios del aprendizaje constante, me he atrevido a mezclar el humor con la adquisición de nuevos conocimientos.

Todavía hay gente que piensa firmemente, aunque cada vez menos por fortuna, que la mente humana tiene un tope de edad para aprender cosas nuevas, que ya es demasiado tarde para estudiar y se lamentan de no haberlo hecho en su juventud.
No es mi caso, pues lejos de avergonzarme por ser la mayor de la clase en algunos cursos, no sólo he aprendido cosas nuevas, sino que lo he hecho incluso con mayor interés que cuando tenía menos años.

Además, al compartir aula con gente mucho más joven, he tenido el privilegio de aprender a reírme de nuevo, sí, porque cuando nos convertimos en adultos, hay épocas en nuestra vida en las que nos olvidamos de reír, de soltar una carcajada porque sí, a veces por una nimiedad que nos hace mucha gracia sin saber bien el motivo. Pues esa es una de las ventajas de ir a clase con personas jóvenes que aún no han conocido el sabor amargo de la vida, es una gran suerte estar a su lado y contagiarnos con su frescura, su alegría natural, su energía y vitalidad. 

Resulta muy recomendable vivir esta experiencia y hoy en día tenemos muchas oportunidades, en ocasiones gratuitas, de apuntarnos a algún curso interesante en el que hay alumnos de casi todas las edades.

No olvidemos que al reír transmitimos una gran dosis de energía positiva.

Comentarios